Washington, DC—Luego de que el gobierno ecuatoriano botó a la Occidental Petroleum Corporation (OXY) y las negociaciones del TLC colapsaron, de un solo golpe se derribó la principal y más prometedora alternativa de desarrollo para el país. No solo se llevó consigo el acceso preferencial al mercado estadounidense, del cual dependen casi un 57,7% de nuestras exportaciones hacia EE.UU. (hacia donde van un 43% de las exportaciones globales del Ecuador), sino que también dimos al mundo entero la imagen de que en Ecuador “sus inversiones no están seguras”.
Pero lo hecho, hecho está. Ahora, hay que ver cómo salimos de este atolladero.
Una posibilidad es seguir el camino de Bolivia y proceder a nacionalizar todo el sector de hidrocarburos. Luego de una vistosa nacionalización, ¿Por qué detenerse ahí? Como Morales, Palacio podría proceder a redistribuir millones de hectáreas de tierra violando así los derechos de propiedad de muchos ecuatorianos. También podría unirse a la campaña liderada por Chávez a favor del ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas) en busca de una integración exclusivamente sudamericana—aún cuando este mercado represente una fracción (un tercio) del mercado para exportaciones ecuatorianas en EE.UU.
Otra opción es seguir el camino de Estonia con la liberalización comercial unilateral y una reforma tributaria que estimule antes que obstaculizar el crecimiento económico.
Actualmente en Ecuador hay un oneroso impuesto del 12% por sobre el valor agregado (IVA) que desalienta la producción de bienes altamente procesados y de mayor valor agregado. Además es un impuesto administrado por burócratas centralizados, quienes saben muy poco de las condiciones locales de Cuenca, por ejemplo, como para saber como quisieran los cuencanos gastar la plata que han contribuido en IVA.
La reforma es sencilla. El apoyo político se obtiene fácilmente aclarándoles a los gobiernos seccionales que desde ahora serán ellos los que administren los montos recaudados por el IVA. Así se generaría la competencia entre los distintos regimenes por prestar mejores servicios a sus ciudadanos. El apoyo popular se consigue inmediatamente al anunciar que en lugar de pagar 12% al comprar un par de zapatos, ahora solo se les recargará un 6%. A los empresarios les agradará mucho saber que sus costos de transacción serán reducidos.
Acompañaría a esta reforma la adopción de un impuesto a la renta personal uniforme del 10% para todos aquellos que tengan ganancias anuales de $15.360 o más (aquellos que ganan menos estarían exentos de este impuesto); la eliminación del impuesto a la renta corporativa, para evitar la doble tributación; y la supresión del 15% de los trabajadores en las utilidades de los negocios, toda vez que esto último constituye un injustificado impuesto sobre la renta que restringe la cantidad de empleos disponibles .
Para financiar esta reforma se eliminarían los ilegítimos subsidios al gas y al combustible (de los que se aprovechan mayormente empresarios y contrabandistas) para librar los aproximadamente $2.000 millones que costarán estos en el 2006. Bajo estas condiciones, el gobierno puede muy cómodamente financiar esta reforma. Además tiene que considerar que las recaudaciones por impuestos han aumentado, más no disminuido, en países como Estonia, Rusia y Eslovaquia que simplificaron sus sistemas tributarios.
Otra cuestión en la que podríamos aprender de Estonia es su liberalización comercial unilateral, la cual expuso las empresas nacionales a la competencia internacional. Ecuador ya perdió la oportunidad de entrar junto con Colombia y Perú a una alianza comercial con su mayor socio comercial, EE.UU. Pero podemos aprovechar esta situación para adoptar una política comercial más abierta aún.
La salida de la CAN es necesaria para llevar a cabo una liberalización unilateral. De no volvernos más competitivos mediante una reforma tributaria y una mayor apertura comercial los ecuatorianos nos veremos forzados a seguir comprando los productos más caros de nuestros vecinos en la CAN y a seguir comprando a terceros países con el alto arancel externo común. Es decir, perderemos como consumidores y como productores. Y en diez años probablemente estaremos hablando del “fracaso” ecuatoriano.
En cambio, si nos abrimos unilateralmente, nuestra inserción en el mercado global tiene el potencial de ser más decisiva que el fracasado TLC con EE.UU. Este es el momento indicado de llevar a cabo estas reformas. Hacer del Ecuador la única zona de libre comercio en Sudamérica y el país con uno de los sistemas tributarios más sencillos es una política económica que muy probablemente podría encaminarnos hacia el progreso.
Este artículo fue publicado el 12 de junio de 2006 por
El Universo de Ecuador.