Del TLC con EE.UU. en Ecuador se dice que sólo es bueno si “nosotros nos abrimos y ellos también”. Dejando a un lado la cuestión de que esto asume que abrir una economía es una concesión, el TLC es bueno para Ecuador aún si EE.UU. no remueve los millonarios subsidios con los cuales mantiene a sus sectores no competitivos agrícolas.
De acuerdo a un reciente estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), los programas de ayuda agrícola estadounidenses transfirieron $16.2 mil millones de los consumidores a los productores agrícolas domésticos. Esto equivale a un impuesto “por comida” de $146 por cada hogar estadounidense.
Estos subsidios no sólo reducen el poder de compra de los consumidores estadounidenses sino que también distorsionan los mercados internacionales de aquellos productos subsidiados a tal punto que los productores de los países pobres no pueden competir con los productos estadounidenses altamente subsidiados. Este no es el caso para los productos sensibles del agro ecuatoriano.
Algunos de los productos altamente subsidiados por EE.UU. serían más competitivos que los ecuatorianos aún si EE.UU. removiese la totalidad de sus subsidios. Por ende, mantener protegidos a productos como el maíz amarillo, la soya, el pollo, o los huevos sólo nos causaría daño, aún si EE.UU. se negase a remover sus extensos subsidios. El precio nacional por tonelada métrica de maíz amarillo, soya, pollo, y huevos es de $217, $284, $2,185, y $1,295, respectivamente, mientras que el precio en EE.UU.—aún sin los subsidios—es considerablemente menor ($131, $278, $1,168, y $1,057, respectivamente).
Muchas industrias nacionales y sectores importantes de nuestra economía como los sectores avícola, bovino, camaronero, y el de alimentos procesados incurren costos de producción altamente influenciados por el precio al consumidor de estos productos agrícolas básicos. El sector avícola, por ejemplo, ve su costo de producción afectado por el costo del maíz y de la soya, los cuales constatan el 67% y el 80% del costo final de producción de las aves y de los huevos, respectivamente.
Al tener que comprar maíz y soya a un precio mayor, el sector avícola se ve obligado a producir a un costo mucho mayor, lo cual lo convierte a si mismo en no competitivo. Y por ende, vemos como nuestro sector avícola nacional esta protegido herméticamente con un arancel efectivo cobrado en el 2004 del 78%. El arancel es un impuesto escondido que lo pagamos todos los consumidores ecuatorianos cada que compramos pollo, huevos, maíz, o soya.
Y así se desata un “efecto de domino” en el que el sector nacional protegido de maíz, soya, azúcar, harina, entre otros, hacen menos competitivos a los sectores industriales que tienen precios altamente influenciados por el precio final en el mercado doméstico de los bienes agrícolas protegidos. Es así como la industria nacional de repostería no puede competir contra los dulces peruanos y brasileños, los cuales gozan de acceso a un azúcar desprotegido y de precio competitivo a nivel mundial.
175 años de tratar de garantizar seguridad alimenticia para los ecuatorianos mediante políticas que buscan lograr la auto-suficiencia no han acabado con el hambre. Mientras el gobierno se esmera en cobrar aranceles y controlar los precios de los bienes para proteger a unos pocos ecuatorianos, todos estamos pagando el costo de esta “protección”. Y el costo es menos oportunidades en una economía cada vez menos dinámica.