Libertad para elegir la mejor moneda
Guayaquil, Ecuador— “No podrá haber en la República papel moneda de curso forzoso. En consecuencia, cualquier individuo puede rechazar todo billete u otra cédula que no le inspire confianza, ya sea de origen oficial o particular.”
—Constitución de Panamá de 1904, Artículo 117.
Aunque considero que la dolarización ha sido un éxito, no me parece que se debe determinar en la constitución qué moneda debo preferir como acreedora, deudora, compradora, vendedora, etc.
Según Manuel Hinds, el ex Ministro de Hacienda de El Salvador1, es preciso distinguir entre el dinero de verdad y el dinero “de monopolio”. El primer tipo es el dinero en el que pensamos para determinar el valor real de un bien o servicio y el que se acepta en casi cualquier parte del mundo. El segundo tipo es aquel que los individuos utilizan solo cuando están obligados a hacerlo y que prácticamente nadie acepta afuera del territorio del país donde es emitido (como el sucre).
En determinados momentos, los ciudadanos de los países en desarrollo tampoco aceptan el dinero de su país y se “rebelan” contra las autoridades monetarias de su país utilizando dólares o euros o alguna otra moneda que retenga su valor. Es así que para enero del 2000, cuando Mahuad dolarizó al Ecuador, solo estaba formalizando la realidad de que la economía estaba virtualmente dolarizada —los depósitos de ahorro a plazo en moneda extranjera como porcentaje de los depósitos totales de ahorro a plazo se aproximaban al 70%.2
Hinds sostiene que las monedas nacionales de los países en desarrollo no han cumplido con sus promesas. En el aspecto financiero se cree que con moneda nacional se pueden lograr tasas bajas de interés y una oferta abundante de crédito. Sin embargo, los países en vías de desarrollo con moneda propia no se caracterizan por tener tasas de interés bajas y una abundante oferta de crédito, al contrario.
En el aspecto comercial, se suele decir que al devaluar se hace más “competitivo” al país porque nuestras exportaciones se vuelven más baratas. La experiencia de Alemania y Japón en la post-guerra demuestran que las exportaciones aumentaron constantemente y marcadamente al mismo tiempo que sus respectivas monedas se fueron apreciando.
Hinds añade que el desarrollo no se trata de seguir produciendo las mismas exportaciones, sino de evolucionar hacia la producción de exportaciones de mayor valor agregado, las cuales por requerir de más capital son desalentadas cuando al devaluar el país tiene que sufrir altas tasas de interés. De hecho Hinds demuestra que entre 1995 y 2002 en Latinoamérica las devaluaciones estuvieron asociadas con una reducción en las exportaciones.
También se ha creído que al tener una moneda nacional el banco central puede actuar como el prestamista de última instancia. Pero Hinds explica que cuando las corridas bancarias ocurren los gobiernos suelen acudir al Fondo Monetario Internacional para conseguir dólares.
En fin, la moneda nacional no toma en cuenta las preferencias económicas de la población y utiliza al monopolio de emisión de moneda para varios fines políticos fuera del control del ciudadano ordinario. En Latinoamérica ha sido utilizado para redistribuir la riqueza desde acreedores hacia deudores y viceversa.
Pero en un mundo globalizado como hoy, las personas alrededor del mundo se están protegiendo de sus gobiernos con la dolarización espontánea. Si los asambleístas quieren garantizarles a los ecuatorianos la propiedad sobre su dinero podrían incluir en la nueva constitución el artículo 117 de la Constitución de 1904 de Panamá.
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 31de julio de 2007.
Referencias:
1. Hinds, Manuel. Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries. Yale University Press: October 2006. Todas las referencias a Hinds de este artículo parten de su libro.
2. Molina, Carlos. “La dolarización se mantiene por decisión de los ecuatorianos”. Instituto Ecuatoriano de Economía Política. 28 de febrero de 2004. Disponible en: http://www.ieep.org.ec/index.php?option=com_content&task=view&id=228&Itemid=9
4 Comments:
Mi nombre es Miguel Ricaurte y he leído tu columna "Libertad de elegir la
mejor moneda" publicada el 31 de julio en el diario El Universo, sobre la
tengo algunos comentarios.
Si bien comparto tu opinión sobre que la nueva constitutición no debería
decir explicitamente que el dólar estadounidense es la moneda oficial en
Ecuador, muchos de los argumentos que citas de Manuel Hinds son imprecisos,
en el mejor de los casos.
Vamos en orden. Primero, no creo que una moneda pueda llamarse de
"monopolio" porque sean sólo los ciudadanos del país emisor los que estén
dispuestos a usarla. Por ejemplo, estoy seguro que casi nadie fuera de Chile
pensaría en el Peso Chileno como una alternativa de reserva en moneda
extranjera. Sin embargo, la depreciación promedio del peso Chileno en los
últimos 10 años ha sido del 2.5% anual, equivalente a su inflación (o sea,
bastante estable para efectos prácticos) y en los últimos 6 años ha ganado
valor respecto al dólar y al euro. Esta moneda a permitido a sus tenedores
mantener el valor de sus ingresos.
Segundo, las monedas per se no tienen la capacidad de garantizar dinero
barato ni accequible. Son los bancos centrales (o sus equivalentes en cada
país) y las leyes que los rigen a ellos y al sector financiero en general
(así como el cumplimiento de las mismas) los que determinan el éxito de una
moneda. Vuelvo a citar el ejemplo de Chile, dónde la autonomía del Banco
Central ha sido respetada inclusiva durante la crisis de 1998-1999, con
resultados más que satisfactorios, reflejados en volúmenes de créditos,
depósitos y tasas de interés. Por otro lado, Mahuad, quién nos regalara la
dolarización (que ha sido su - única - gran contribución al Ecuador),
precipitó la crisis de tipo de cambio cuando forzara al Central
(independiente) a tapar el "hueco" del Filanbanco (a través de los bonos AGD
y con ellos, emisión descontralada).
Tercero, no defiendo la política facilista que muchos exportadores favorecen
de devaluar la moneda para "mejorar" la competitividad de los productos.
Estas ganancias no son reales y se verán desgastadas en el tiempo. Sin
embargo, los ejemplos de Alemania y Japón no son un contraejemplo válido a
la idea de "devaluar y exportar más." En la postguerra, estas naciones
recibieron flujos exhorbitantes de dólares para reactivar sus economías, lo
que provocó la revaluación del Marco y el Yen, respectivamente. Así mismo,
sus exportaciones, que habián casi desaparecido producto de la guerra,
fueron paulatinamente recuperando su nivel. Entonces, no fue que la
revualuación provocó más exportaciones, sino que estos dos eventos, casi
disconectos, sucedieron al mismo tiempo por razones de "ajuste"
macroeconómico. Más aún, sí es cierto que devaluaciones conllevan a aumentos
en las exportaciones. Si miras los datos de exportaciones Ecuatorianas como
las flores y el camarón en los meses antes y después de la dolarización,
estás aumentaron marcadamente.
Por otro lado, la evidencia de Hinds sobre que en América Latina las
devaluaciones estuvieron "asociadas" con reducciones de exportaciones, no es
nada más que eso: una relación de asociación (correlación, si quieres), más
no de causalidad. No es que las devaluaciones hayan causado menos
exportaciones, sino que Hinds debe referirse a aquellos casos en que países
vivieron una crisis de balanza de pagos donde vieron los precios de sus
exportaciones (bienes primarios como petróleo, banano, cobre, o café) caer
al tiempo que crisis inflacionarias resultaron en depreciaciones (o
devaluaciones forzadas) de sus monedas. Nuevamente, el argumento es en el
mejor caso, incompleto pues no analiza las causas de las caídas en
exportaciones, sino que se limita a conectar este hecho con las
devaluaciones expermentadas por estos países.
Finalmente, la idea de que el Banco Central sea prestamista de última
instancia es una atribución casi exclusiva de aquellos Bancos que emiten
dinero. Sin emisión, esa capacidad se ve reducida a casi cero. Mas, con buen
manejo de la política monetaria (como la de Chile, valga la reiteración),
esta función sí puede desempeñarse. Sin embargo, en casos en que el Banco
Central responde a otros intereses (como financiar el presupuesto del
Estado), es difícil que cuente con los recursos para ser el prestamista de
última instancia. La ilusión de el prestamista de última instancia no
proviene de tener moneda propia, sino en el mal manejo de ella.
Seguro que debemos tener la opción de escoger la moneda que más nos
convenga, pero los argumentos que citas a favor de ello no hacen más que
apuntar a nuestra (nuestra=América Latina) inmadurez social que nos impide
respetar las normas y leyes y no a la perversidades de tener una moneda
predeterminada en la Constitución.
SALUDOS DESDE EL MOVIMIENTO ARGENLIBRE
ARGENLIBRE.BLOGSPOT.COM
http://www.youtube.com/watch?v=HFxYyXGMfZM
Para complementar tu artículo: la única justificación plausible para atarle las manos a las futuras generaciones, atrincherarando decisiones en un momento constitucional anterior, es la de proteger las libertades, el sistema de toma de decisiones mayoritarias (democracia); la generación actual (1) está justificada para restringir las decisiones de la siguiente generación (2) y evitar que esta someta a la posterior generación (3).
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